martes, 19 de febrero de 2013

Luna


Fue en una tarde de luna llena cuando la vi por vez primera. Una tarde cuyo ocaso vestía los rayos del sol sonámbulo acompañados de la vanidosa luna llena, siempre oculta de él. La vi pasar por entre la rutinaria multitud urbana que formaba una corriente, de la cual ella no podía escapar. Contrastaba su sonrisa impecable a través de la oscuridad de la tarde. Se escapaban los últimos buenos sentimientos del día. Se escapaba también mi cordura.

Más tarde, en la cálida soledad de mi habitación, una voz murmuraba y acariciaba, muy a lo lejos. Sospeché de mi esquizofrenia, esa cualidad que los hombres de blanco se empeñaban en otorgarme. Pero luego la recordé a ella y fue como el olor de las rosas en pleno desierto. Me quedé ahí, con la vista perdida en el infinito. Después vigilaba a través de la ventana, atento ante cualquier indicio de aquella mujer.

Me preguntaba cuál sería su nombre. Uno hermoso, como ella, debía ser. Entonces la bauticé. ¿Por qué no? Viviría en mi memoria, bajo mis reglas. Luna. Ese sería su nombre. Una muy bella Luna. No sé si fue real, pero recuerdo que me miró; me miró y sus ojos suaves se congelaron con los míos, y pude distinguir mi reflejo en ellos, a pesar de la gran distancia que separaba nuestros cuerpos. También pude sentirla. Incluso la escuché, pero no movía los labios. Hablaba sobre ángeles, sobre el mar, sobre la vida. Cómo deseaba que también estuviera pensando en mí.

Un ruido súbito, como un grito, me despojó de mi pensamiento y de mis conversaciones internas. Supe que Luna estaba ahí, fue un instinto, algo extrasensorial. Entones me di la vuelta, para mirar hacia la puerta, que había cerrado bajo llave, y fue como revivir una grata experiencia, al verla de pie, desnuda, y con la mirada clavada en mi ventana. Sólo tenía un par de flores blancas entre su cabello largo y lacio. El pasillo se iluminaba únicamente con la escasa luz de ahorro de la calle, y provocaba una gris sensación de retiro. Solo escuchaba ruido blanco, estaba mareado.

Ella me miró. Me levanté, y casi levité al acercarme a ella. Su perfecto cuerpo se movía ligeramente, como con dificultad para mantenerse en pie. Voces al rededor de mí decían palabras incomprensibles, discutían en ese momento tan especial. Despertó mi mano débil con el índice extendido para poder tocarla, y lentamente, como con miedo a que el sonido de mis huesos perturbara aquella atmósfera, acerqué la punta de mi dedo hacia su nariz. Parecía que fuese ella quien detuvo mi mano, con una suave y deliciosa fuerza, a pocos milímetros de su rostro. Entonces cedió, y sonrió hipnotizantemente cuando nuestras pieles se sintieron. Me pareció haber visto luces, como fuegos artificiales, que salía expulsadas de sus ojos, mientras yo gritaba y reía, sí, con locura, mientras Luna lo hacía también.

Parpadeé y se había ido. No supe explicarme cuándo había sucedido, ni tampoco cómo podría repetir la escena. Me quedé en la posición de quien se da un abrazo a sí mismo, aún con el brío de su mirada recorriendo mis sentidos.

Triste, me senté nuevamente. El mundo allá afuera parecía a punto de explotar, al igual que mi corazón. Las primeras lágrimas caían, junto con la luz del sol naciente. Miré hacia el piso y descubrí cuatro pétalos de una flor blanca. Los tomé entre mis manos muy fuertemente, sollocé, y los acerqué a mi pecho.

Y me senté a observar el despacio entierro de la luna en el cielo.

lunes, 3 de septiembre de 2012

La filosofía del Bardo,

Suaves hojas que me llevan a volar con vientos,
que me susurran dulcemente,
Que de correr un riesgo es la vida,
Que de soñar los suspiros es el aire,
Que surcar los mares de la mente es el sueño,

Suaves hojas de verano combinado con otoño,

Hablen más                       solamente:

Susurren...


La filosofía del Bardo,

Sé maestro del juego y memorama,
Acepta el hambre y la desdicha,
La pena del melodrama,
Para hallar la sonrisa susodicha,

Carga la guitarra el hombro, ama,
Y cuenta historias, y canta poemas,
Y los versos del viento declama,
Con la esperanza como tema,

Entiende de las estrellas el esquema,
La llave, la rima, la canción,
Y por los eternos mares rema,
Para hallar tu corazón,

Bardo, posees una encomienda,
Del cielo, del gran teorema,
Canta al hombre, toma rienda,
De su desdicha, y sus penas quema,

¡Incinera la cruda realidad despiadada!
Pues debe cesar de existir con tu lira,
Con tu acorde, y la palabra raptada,
Del cielo y del sueño que gira,

Haz llorar a tu guitarra,
Aráñala, maltrátala, desliza tus penas por ella,
Como a un ángel, como una guarra,
Como alguna puta, o alguna estrella,

Y así las historias de dolor narra,
Pues son aquellas, las que exoneran al hombre,
Que a su dolor, ponen alguna barra,
Dale pues, al sueño un nombre,

Bardo, no es cuestión de insultar,
Ni tener labios de gentilhombre,
Ni de cuestionar, o no preguntar,
Sino, de ser, de ser sin pronombre,

Pues es de hombres, sumirse, dulcemente,
En el ciclo de tu pentafónica,
Y quedar, calmado finalmente,
En la eternidad de la crónica,

De tú música,
De tu sentir,
Del arpegio,
Del riff,
De tu alma,

Bardo, no importa, el año que vivas,
Sino que tu letra sea eterna,
Que en mil años, sea bella tu perspectiva,
Que nos libre de la febril caverna,

Pues ya sea, tranquila o densa tu tonada,
Será tuya, tu eterno blues,
Demonio o ángel, tu criatura alada,
Será aquel, reflejo de tu luz,

Pues este mundo real, es al sueño, bofetada,
Un insulto, una tristeza...
Y faltan... fantasías, susurros de las hojas, vaya, frases del viento de verano combinado con otoño. Faltan, amores, falta que el hombre cante la canción del viento...

Carga pues la guitarra al hombro y llama,
A los vientos, a la eterna romanza,
Y de sus letras, mieles derrama,
En pos del sueño, el amor y la esperanza...

lunes, 16 de julio de 2012

Soledad.


Para DLLA, de Martín (Siempre tiendo a escribir con música, así que para esta madre, recomiendo ampliamente "The Professor" por Damien Rice). 

O hay una tendencia en mi vida... Escribir cuando me siento solo, cuando estoy solo y solamente cuando sé que en realidad todas aquellas cosas son un simple espejismo, una ilusión, un recreo de todas esas cosas atosigantes que atascan a este universo pequeñito y hambriento (entiéndase por "no estoy solo, pero me siento solo"). Y eso me lleva a pensar que todos estamos solos, y todos, tenemos a nuestra soledad, y a un paralelismo entre el saber que estamos por nuestra cuenta, y la muestra física, bella y con piel que nos grita lo contrario. Y nos encanta sufrir por ello, estar en el vaivén entre reconocer ambas cosas.

O estoy pero bien malsano de la cabeza... 

Aquí algo que escribí para ver si me explico mejor:

Paralelismos de la soledad, mujersoledad y soledad...

Ah, infinita soledad que sos como acérrima compañera, hermana, placer, vicio... Y que te profeso terrible miedo.
Ah, tú soledad, sos como mi amante, como una mujer que existe y que conocí de manera aleatoria, casi desinteresada.

Fue en un café... En uno de esos sitios donde te puedes encerrar en público, abstraerte en su jazz ridículamente comercial, en sus menús pretenciosos tratando de hacerse europeos. En un lugarcito así fue cuando mis ojos te vieron...

Y yo te observé.

Soledad, eres como esa pestaña que se me cayó y que ahora está en el papel. De naturaleza casi pragmática... O se te ve y se disfruta y se pide un deseo... O no.

Punto, fin de tu historia, hay que observar para conocerte. Eres como esa pestaña sobre este papel... Abnegada, negligente, hasta que seas comprendida. Soledad, eres como un estupefaciente benévolo. Como la copa de vino que se toma antes de la comida.

Y se te da ese sorbo, y luego se deja que le hagas caricias a mis papilas... Como la bella mujer que sos.

Soledad, concepto, carne, diosa, mujer... Soledad, que me abrazas como Penélope a Odi, que llegó de tan lejos... Que llegué de tan lejos, de las estrellas, y que curiosamente, por caos o destino te vi mientras caías a mi papel, a mi poesía sin redacción, pestañita, cariño, mujer, di, Di, di, Di, di que me quieres como yo a vos.

Di que me querés, que me quieres, que me amais, que me loveas, que sientes ese verbo-adjetivo-conjunción-interpolación-pensamiento por mí, en español, en inglés o en ese idioma de los ojos que hablas también, y vaya, tan deliciosamente bien también.

Soledad, eres como brujería, como un encanto que encanta y que acompaña. Soledad, me acompañas, en pensamiento y cuerpo a donde quiera que voy, y sos siempre mía. Soledad, vienes, te manifiestas en palabras ahogadas en tu voz, compuestas en el silencio.

Mujer, no sos soledad, pero la soledad te ha hecho de ella... Te sedujo en una de tus partidas a las tierras de sueños, y la trajiste consigo. Ahora albergas a ese demonio, a ese ángel, al ente, al sensual algoritmo que se usa para calcular y confeccionar cuidadosamente las desdichas y zozobras, y amores, e ilusiones de todo... Y para colmo estás cuidadosamente envuelta en un cuerpo irresistible de mujer.

Soledad, no me dejas sentirme solo... Soledad, escucho tus pasos atrás de mi. Soledad, es que te amo tanto, porque estás conmigo, soledad, parafernalia, de cabellos y piel, y belleza. Soledad, no eres como tu nombre, y como el seudónimo, que confeccioné para ti, que le puse a vos, usted...

Porque sos una mujer, y eres como una mujer, pero también sos una emoción, una nomenclatura, un reflejo de la estética, del caos ordenado, de una cara que llamas dispareja pero que es pareja, como pareja mía, pero sos pareja como las estrellas.

No hace falta que entiendas, soledad, la digresión, sino el cariño que te tengo a ti, y a la soledad, que son tan ambiguas, analogías la una de la otra y así sucesivamente hasta el infinito.